Para sonreir es importante sentirse bien, y para sentirse bien es fundamental no tener carencias, y cuando hablo de carencias me estoy refiriendo a cualquier tipo de necesidad, desde afectiva, económica, laboral o académica. Cada necesidad implica una ansiedad y cada carencia implica un sentimiento de frustración, sobre todo cuando no sólo nos implica a nosotros mismos sino que abarca a lo que mas nos duele, a nuestros seres queridos. Hoy en día, miremos donde miremos, encontramos muestras de estas penurias, todos conocemos a alguien que las sufre y, aunque muchas veces queramos ayudar, tampoco sabemos muy bien como hacerlo, otras veces escondemos la cabeza fingiendo no ver la evidencia, es más fácil mirar a otro lado e ignorar la realidad, pero es inevitable no sentir ese sentimiento de angustia en nuestra conciencia. Cada día doy gracias, no sé si a Dios o a quién corresponda, pero siento esa necesidad de agradecerle a la vida todo aquello que me ha dado, porque sé que todo es efímero y que esta vida igual que te lo da, te lo puede quitar todo, y no somos conscientes de ello hasta que es demasiado tarde. Me siento afortunada, y eso no es poco en los tiempos que corren, pero este sentimiento me provoca un cierto temor, miedo a que esta verdad sólo sea una verdad pasajera, un espejismo, y, mientras tanto, no puedo evitar vivir mi día a día con un cierto pudor, porque no logro no sentir una punzada de culpabilidad por sentirme bien, cuando a mi alrededor la realidad es otra. La vida es injusta muchas veces, sí, pero otras muchas, vivir es una experiencia maravillosa. Por ello no me canso de dar gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario