5 abril 2012
Hoy
hemos ido a las gargantas de Amskar. Hasta llegar ahí hemos tenido que subir a
un puerto de montaña por carreteras, por llamarles algo, mas bien pistas de
tierra hasta el punto más alto donde incluso había nieve a casi 3000 metros de
altura.
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Montañas nevada en el Atlas |
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Vista desde un puerto del Atlas |
Pistas serpenteantes de subida y de bajada y paisajes impresionantes,
intentando retenerlos en fotos pero sabiendo que no van a transmitir la
inmensidad de lo visto.
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Intentando retener sensaciones y momentos |
Contrastes del marrón, naranja, azul, verde y blanco
daban unas vistas increíbles desde arriba del mismo Atlas, la nieve de las
montañas, el azul del cielo, el blanco de las nubes y el verde en los valles,
contraste total con el marrón rojizo de la tierra marroquí. En paisajes
totalmente áridos aparecen extensiones verdes por donde pasa el río creando
vida en la misma nada.
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La vida aparece en medio de la nada |
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Paisajes espectaculares |
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Llegamos a la cima |
De bajada, las mismas pistas serpenteantes. Nos cruzamos a menudo con caravanas de burros cargados hasta el límite. Son su medio de transporte más común. El coche es un lujo demasiado caro.
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Transporte de mercancías |
Llegamos a Boutaghar después de muchos baches y seguimos
hacia Amskar. La carretera es el mismo lecho del río y literalmente avanzamos
por él, si el río va crecido no se puede llegar al pueblo, es una
carretera-río.
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A través de la carretera-río |
Llegamos a las gargantas de Amskar y las recorremos a pie un ratito
contemplando la altura de los desfiladeros.
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Gargantas de Amskar |
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Carreterita en la Garganta de Amskar |
Las mujeres lavan la ropa en el río
con el agua helada que baja de las cimas, y extienden la ropa en matorrales
para secarla, otras van cargadas con grandes fajos de alfalfa en la espalda. Aquí no entienden de lavadoras ni de secadoras ni de agua caliente. Aquí la vida hay que pelearla todos los días.
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Mujeres recogiendo alfalfa |
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Lavandería |
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Lavando y secando la ropa |
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Niño jugando |
Salimos de ahí dirección a una casa bereber para comer con ellos, pero nos decepciona un poco también aquí el hecho de que no comemos con la
familia, sencillamente han adaptado una habitación vacía con alfombras en el
suelo para las visitas. Demasiado preparado, esperábamos otra cosa. Nos sirven un tajine de cordero, patatas fritas y pan
marroquí. Está bueno.
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Comiendo en una casa bereber |
Un niño de poco más de un año, Zakaria, se nos acerca, es
de la familia, le damos colores y esperamos una sonrisa pero está un poco
asustado y no se anima, aunque al final recibimos un beso.
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Zakaria |
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Mireia pintando con Zakaria |
Salimos fuera y
evidentemente nos esperan niños. El pueblo es muy pequeñito y está perdido entre las montañas, pero los niños
salen por todos lados, aun y así, no hay muchos, hablamos con ellos y repartimos juguetes. Las
niñas más mayores nos piden lápices para el colegio, sólo nos queda un paquete
de colores y también se lo damos. Nos sonríen eternamente, sobre todo un niño
al recibir unos cochecitos, se le ilumina la cara y una de las niñas Sukaria
que tiene una sonrisa encantadora. Nos llevamos sus sonrisas y sus retratos con
esos ojos bereberes que dicen tanto.
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Niños bereberes |
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Niños bereberes encantadores |
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Sukaria |
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Niña bereber |
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Niño bereber con una sonrisa infinita |
Seguimos
por pistas de tierra pasando por pueblecillos de casas de adobe repletas
igualmente de niños que te saludan cuando pasas esperando algo a cambio. Mas adelante siguen apareciendo niños por el camino y cada unos cuantos metros hay más niños
salidos de la nada.
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Poblados del camino hacia Amskar |
Seguimos pasando por un paisaje totalmente árido y sin vegetación con aldeas desparramadas con casas de adobe y... entre aldea y aldea, en medio de la nada absoluta, 4 niños espera nuestro
paso. Ahmed nos dice que son nómadas que viven en unas cuevas cercanas, nos
impresiona su imagen, recuerdan niños salvajes, despeinados, sucios y con
mirada desconfiada nos piden algo con miedo. Sus ojos delatan miedo, o
tristeza, o desconfianza, pero son profundos. Son los niños que más nos han
impresionado. Les damos algún caramelo pero necesitarían mucho más para tener una
vida digna. Estos no nos sonríen. Se les ve tristes. El corazón se nos encoge de nuevo como otras tantas veces, pero la mirada de estos niños se nos clava en lo más hondo y tardaré mucho en olvidarla, o más bien no la olvidaré nunca.
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Niños nómadas en la carretera |
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Niña nómada |
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Niña nómada |
Seguimos por la pista, y en medio, otra vez de la nada está una
niña de unos 3 años esperando nuestro paso, sola. Ahmed nos cuenta que también
es nómada de las cuevas y vamos a visitarles. La niña igualmente sucia y
desconfianza espera que le demos algo, una naranja y una manzana y caramelos.
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Niña nómada en medio de la nada |
Mientras vamos a la cueva llega otro coche y se para igualmente al verla, ella
esconde sus posesiones que le habíamos dado para volver a pedir, está bien
aleccionada. Hay dos cuevas juntas, una
sirve de cocina con un horno de pan y una cocina de fuego a tierra y otra sirve de
vivienda, donde comen, tejen alfombras, duermen y hacen su vida. La cueva es impresionante, reducida, oscura y muy fría en invierno.
Las mujeres nos ofrecen té, lo bebemos y confiamos que el agua esté bien hervida y no tengamos luego problemas de estómago. Cruzamos los dedos.
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Cocina en la cueva |
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Tomando té en la cueva |
En el interior de la cueva hay una mujer con un bebé de 4 meses. Nacen allí mismo, por
lo que nadie sabe realmente la gente que vive en las montañas, no están
declarados. Está regordete y sonríe. A esta edad todos los bebes son iguales no
son conscientes que el nacer en un punto
o en otro marca su futuro.
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Mujer con su bebé en la cueva |
Fuera de la cueva cabras y gallinas pasean libremente arriba y abajo
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Las cabritas vagan libremente por cualquier lado |
Las mujeres son reacias a las fotos y los
hombres llegan enseguida a controlar, ellos no sonríen, no están cómodos y
ellas tampoco confían demasiado.
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Cuevas desde el exterior |
Nos vamos y damos las gracias. Intento hacer
una foto a la niña pero me pide dinero, sí, está bien aleccionada, cuando
intento hacer la foto, ella y su madre se giran de espaldas.
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Madre e hija se giran para evitar la foto |
De todas maneras ya estando en el coche ellas bajan la guardia y se olvidan un poco de nosotros, aprovecho y le puedo hacer una foto. Es una niña que impresiona. Tan pequeña, tan sucia, tan abandonada y tan alejada de la vida "tan normal" que llevan nuestros niños.
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Niña nómada |
Nos alejamos de ellos y me planteo si es lícito llegar a su casa, sentarnos
con ellos, beber de su té, inmiscuirnos en su intimidad a cambio de unos pocos dirhams que supongo que recibirán, y que se expongan a nuestras miradas curiosas de primer mundo. Nosotros llegamos, observamos, fotografiamos, nos sorprendemos y quizás nos apenamos por ellos, pero luego cogemos nuestras maletas y volvemos a nuestra vida, y... sencillamente, nos olvidamos de ellos. No es justo que el azar a la hora de nacer pueda marcar tan brutalmente el destino de las personas.
Pero está claro que lo que está marcando este viaje es la gente, su
vida, sus costumbres, sus ojos…
Estuve en Marruecos hace poco y tuve sensaciones muy parecidas a las tuyas. Me ha encantado leer tu blog, Silvia. Preciosas fotos. Y anotaciones con corazón.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, me alegro de que te hayan gustado las fotos y los comentario. Marruecos me encanta, he estado 2 veces y, seguro que volveré. Un abrazo!
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